House of the Dragon: un cálido retorno

Ampliando la escala en cuanto a política y tensión familiar, “House of the Dragon” cumple con lo más difícil en el retorno de Westeros a la televisión: repetir el chiste sin que salga podrido.

Dejando de lado la histeria colectiva -y algo ridícula- que causó el criticado final de “Juego de Tronos”, el principal desafío que debía enfrentar cualquier spin off, secuela o precuela de dicha serie es estar a la altura del fenómeno televisivo sin precedentes que fue GOT.

¿El problema? La escala del drama. Como las últimas referencias a Westeros que tenemos son un dragón quemando una ciudad, hijos bastardos que no lo son y en general una épica gargantuesca,  se veía difícil comenzar una historia impactando de entrada. 

Ese es el primer logro de “House of the Dragon”: al iniciar con un preludio histórico de los Targaryen seguido de un enorme dragón por los aires montado por Rhaenyra, la inequívoca protagonista del show, la serie plantea de frentón la fortaleza de una de las principales fuerzas dramáticas del show. 

Rhaenyra Targaryen y Alicent Hightower, bellas y audaces.

Así sigue, sin descanso, primero en el Consejo del Rey y después en las clásicas intrigas que se mantienen en este mundo, aunque ahora en un contexto de paz con un Rey Targaryen adulto y centrado, 172 años antes del nacimiento de Daenerys Targaryen y la traumática muerte de su padre Aerys II, el Rey Loco.

El otro gran acierto tiene que ver con el reparto. Liderado por los experimentados Paddy Considine y Rhys Ifans como el Rey Viserys I y Otto Hightower, respectivamente, y seguidos bien de cerca por los jóvenes Milly Alcock como la princesa Rhaenyra Targaryen y Matt Smith como su tío Daemon, da la sensación de que hay un salto tanto en la calidad de los actores como en la expresividad de éstos. 

Destacan los dos jóvenes Targaryen: mientras Alcock es la verdadera sorpresa del reparto, exudando brutal adolescencia y rebeldía ante un un mundo que la amenaza sólo por existir, lo de Matt Smith bien puede ser la entrada del querido Doctor Who al gran mundo cinematográfico con un rol sensual, intrigante y peligroso.

El nuevo Doctor y su Acompañante se ven raros.

Aumentando la escala de los dragones, las ciudades y en general del mito de Westeros, “House of the Dragon” nace como una serie clave para entender a la familia más extraña, glamorosa y mítica en GOT, pero que conocimos en el peor momento de su historia. 

Y si la idea es reflejar ese pasado lleno de paz y prosperidad que vivía Westeros durante sus reinados, la nueva serie de HBO Max partió como avión planteando referencias políticas y dando pistas para adivinar por dónde irá el drama central, todo sazonado con el característico tono gráfico que hizo famosa/infame a esta saga televisiva.

Esa sonrisa, esa maldita sonrisa.

Por eso la tarea de House of the Dragon es tan pesada. No sólo debe cumplir con los estándares establecidos por una serie que entregó momentos como la Boda Roja y personajes como Sansa Stark, sino que debe hacerlo con algo distinto, mejor. Subir la apuesta. 

Y lo que vimos en este primer episodio fue un muy buen comienzo. 

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