Los Anillos vs. El Dragón: quién manda en el épico duelo televisivo

Con muchos elementos en común, las series de Prime Video y HBO han elevado el estándar de la televisión con dos historias que en su momento parecían imposibles de adaptar. A un tris de terminar sus primeras temporadas, las analizamos y comparamos. Pase y lea.

Considerada una de las trilogías más importantes de la historia, “El Señor de los Anillos” abrió un mundo audiovisual completamente nuevo. Con altos niveles de producción, respeto a la obra original y el compromiso absoluto de sus creadores, la saga de Tolkien llevada a la pantalla grande por Peter Jackson marcó un antes y un después en la historia del cine. 

Por eso es innegable que “Los Anillos del Poder” y “La Casa del Dragón” están inextricablemente unidas: si la trilogía de la Tierra Media permitió a los cerebros de HBO a creer en el éxito de “Juego de Tronos” como show televisivo, fue esta serie y su aplastante popularidad la que abrió los ojos de Jeff Bezos para dirigir los esfuerzos de Prime Video en llevar a Tolkien a la televisión.

Con más elementos en común que diferenciadores, tanto Los Anillos como El Dragón ladrarán fuerte cuando llegue la temporada de premios para la televisión. Por eso, decidimos adelantarnos un poquitín para analizar y comparar algunos elementos que suelen premiarse en estas ceremonias.

Diseño de vestuario

Junto al sonido y banda sonora, el diseño de vestuario debe ser uno de los apartados donde más se parecen ambas obras. Trabajando al detalle las vestimentas tanto en materiales como en artesanía, las dos lucen este trabajo con orgullo. 

Además, la inspiración de Tolkien con las leyendas del Rey Arturo se traspasan directamente tanto en Los Anillos como en El Dragón. A estas alturas, todo es copia de otra copia y los elementos comunes son varios. 

Pero hay diferencias. Como escribió Jenna Bush para SlashFilm el trabajo de Kate Hawley, diseñadora de vestuario con experiencia en la saga de El Hobbit y películas como “La Cumbre Escarlata”, se inspira fuertemente en distintas épocas artísticas clásicas, otorgando un velo sacro a una saga que mezcla magia y naturaleza en la lucha entre el bien y el mal. 

Distinto es el caso de la francesa Jany Temime, veterana de los años 70 en esto de vestir a gente en el cine y la televisión, y que en Harper’s Bazaar confesó que su trabajo de El Dragón llegó desde la historia real:

“Este show está basado 200 años antes de algo que no existe. No es específicamente histórico. Y aunque tiene referencias medievales, el cielo es el límite. Y como los Targaryens son extremadamente ricos, me enfoqué en elementos renacentistas y bizantinos para mostrar lo rico que eran. Debía ser algo antes que el medioevo y los bizantinos calzaron perfecto. Tiene esta suerte de decadencia”, dijo en la refinada revista. 

De ganadores acá, ni hablar.  Sólido empate.

Maquillaje

Es difícil quitarle el cetro a Los Anillos en este apartado. Aunque el trabajo de peluquería en la saga de Westeros luce maravilloso, sobre todo a la hora de hablar de los Targaryen, sus blancas cabelleras y los saltos temporales que obligan a envejecer a buena parte de los actores, no se compara a lo que han hecho en Prime Video con los distintos pueblos de Tierra Media. 

En ese sentido, es la obra base la que obliga a los productores de Los Anillos a explotar al máximo este oficio. Y ni siquiera se trata sólo de los orcos: a la peluquería se suma la caracterización de los harefoots, con sus pelos enraizados con ramas y flores adornando sus bonachones y expresivos rostros, y de los elfos, que con su look estilizado y menos andrógino que sus pares en la saga fílmica, ayudan a creer más en estos mundos. 

Eso sí, el mejor ejemplo del gran trabajo de la producción en este apartado se lo llevan los enanos, con cabelleras particulares y fuertes rasgos físicos. Eso, sumado al exuberante trabajo en las vestimentas, reflejan el gran resultado que genera la unión de los artesanos en pos de un producto final tan fantástico como real. 

Punto para Los Anillos.

Efectos visuales

Aunque nadie podría decir que las diferencias entre ambos show en este apartado son significativas, no deja de ser relevante el enorme trabajo que se lleva a cabo en Los Anillos, cuya grandilocuencia y mágico entorno requiere el trabajo de cerca de 20 compañías de efectos especiales.

Lo anterior forzado por una descripción muy detallada de la obra original de Tolkien. Y mientras El Dragón se inspira en castillos del medioevo y otras referencias terrenales, Los Anillos tiene un fuerte componente idílico, con mundos que no existen, naciones que nacen y otras que desaparecen.

El gran logro la serie de HBO –que ha tenido sus gafes digitales– tiene que ver con los dragones, pues requieren un enorme esfuerzo de coordinación entre imagen real y los digitalizados lagartos voladores. Es cierto: en Los Anillos los animales fantásticos no son comunes, pero aparecerán en gloria y majestad antes del fin de esta primera temporada. Y si el trabajo hecho a la hora de digitalizar ciudades completas y fondos de ensueño es una vara, lo que vendrá seguro será espectacular. 

Un ejemplo de esto fue el final del episodio seis. Tras mostrar el bucólico campo del sur tras una cruenta batalla, rápidamente nos enteramos que lo importante viene después: el estallido de un volcán, con fuego y cenizas que cubre todo lo que vemos y que reflejó, en menos de un minuto, el excelente resultado de los miles de expertos que trabajaron en el show 

Otro jumbito para Los Anillos.  

Diseño de producción

Un elemento en común entre Los Anillos y El Dragón tiene que ver con que narran historias anteriores a las película/serie de donde emanaron, en ambos casos de épocas más majestuosas tanto en escala como en recursos. 

En el caso de Los Anillos de Poder, esta relata la Segunda Época de Tierra Media, que representa casi el peak sociocultural de elfos, enanos y humanos, a diferencia de la destruida, apocada y casi terminal era que vimos en la trilogía de Jackson, coincidentemente, la Tercera Edad.

Eso obligó a la producción a esforzarse mucho en reflejar esto, tanto en los salones de Númenor, la nación isla de los hombres, como en las profundidades de Khazad-dûm y la soberbia arquitectura élfica, todos con diseños, códigos y reglas distintas para cada uno de estos pueblos, generando una variedad de tonos, formas y colores que le permite a Los Anillos sacar ventaja frente a El Dragón en esta pasada.

Es cierto: “La Casa del Dragón” mantiene los altos estándares de producción alcanzados en su serie madre, aunque la falta de variedad de Casas mostradas  -Dragonstone, King’s Landing, Driftmark y ya -hace que palidezca al lado de Los Anillos. 

Tampoco ayuda su iluminación, que en un esfuerzo de naturalidad narrativa y visual hace que muchos detalles se pierdan en las penumbras tanto emocionales como literales. 

Actuación

Premiar la actuación siempre ha sido algo injusto. Como producto de un entorno y un texto, el determinar una buena o mala representación sólo a partir del talento del profesional es siempre un juicio que queda corto, en término de distribución de culpas o triunfos. 

Eso hace que “La Casa del Dragón” arrase ante “Los Anillos del Poder” en su reparto. El nivel de drama que alcanza, mezclando desde la épica de dragones hasta el thriller familiar casi psicótico, otorga un rango bastante más amplio que las generalidades mágicas de Tierra Media.

Y ojo, que la tarea no ha sido fácil: con saltos temporales cada dos episodios -lo que obligó a cambiar de actores en dos oportunidades-, tanto los menores de edad como los adultos han mantenido un nivel altísimo en sus interpretaciones gracias a un casting acertado. 

Si al principio fueron las jóvenes Milly Alcock y Emily Carey como Rhaenyra y Alicent las que iluminaron el show, hoy Emma D’arcy y Olivia Cooke llevan el drama a cuestas, ambas acompañadas de un trío de portentos de la actuación inglesa, como son Paddy Considine (Viserys Targaryen), Rhys Ifans (Otto Hightower) y Matt Smith (Daemon Targaryen), este último quizás el secreto mejor guardado del Imperio Británico. 

Distinto es el caso de “Los Anillos de Poder”. Con un reparto casi desconocido y una narrativa más cercana al cuento mágico que al drama histórico, el trabajo de los intérpretes cae dentro de una caricatura llena de expresiones y emociones que a ratos parecen superar la realidad humana. 

Es cierto, el 90% de los personajes no son humanos, y en ese sentido la interpretación se ajusta a lo que son. Pero si a esa realidad mágica se le suma una historia enorme y parajes espectaculares, el reparto pasa a ser parte del decorado, sin destacar demasiado. 

Claro, hay excepciones, pero tiene que ver con ciertos momentos donde el diálogo íntimo manda la escena. Destaca ahí tanto Joseph Mawle como Adar y Morfydd Clark como Galadriel, líderes de cada una de las partes del conflicto central, aunque en líneas generales el reparto hace un trabajo restringido por una narrativa demasiado grande para sus características que, elfos, harefoot o enanos, son sólo humanas. 

Guión 

Considerando que son dos adaptaciones de obras literarias, el que las series reflejen de buena forma el espíritu de los libros puede ser clave a la hora de evaluar el guión de Los Anillos y de El Dragón. 

Pero estamos hablando de series televisivas, productos audiovisuales con ritmo propio, separados en episodios y temporadas. Por eso resulta injusto considerar la obra original como referencia en el traspaso a la pantalla, trabajo de escritura que se torna particularmente complejo tratándose de Tolkien y George R.R. Martin.

Si se agradece que ambas producciones hayan tomado riesgos bastante altos en sus historias: mientras Los Anillos no tienen ninguna prisa en narrar los eventos, dándose todo el tiempo del mundo para apreciar paisajes mágicos, conversaciones llenas de prosa élfica y caminatas por el campo, El Dragón apura el paso con saltos temporales sin asco, dando a entender que en la vida de estos personajes no ocurrió nada relevante durante 5 o 10 años.

¿El costo? Desarrollo de personajes y, en general, una sensación de que el ritmo no se adecua a la normalidad. En esta pasada, eso si, saca una leve ventaja El Dragón pues con estos saltos se acelera la historia, ganando dinamismo y drama que a Los Anillos le llora a ratos. 

Ojo con esto último: sus creadores no están interesados en apurar nada. Fiel a la obra original, Los Anillos es un enorme trabajo de adaptación similar al hecho por Jackson y Cia. en la trilogía original. Y hablan en serio: esta semana se supo que los dueños de los derechos de la obra de Tolkien rechazaron varias ofertas de Disney y HBO para adaptar sus libros, una en modo MCU, y la otra a través de series estilo “Andor”, pero sobre Aragorn, Gandalf y mas. 

Esa defensa irrestricta al autor se traspasa al guión. Y aunque decaiga a ratos,  cuando apura lo hace de manera espectacular. Y ese contrapunto es un logro no menor. 

Igual “La Casa del Dragón” gana acá.

En resumen

Aunque ítem por ítem la ventaja puede tenerla “Los Anillos del Poder”, la fortaleza de “La Casa del Dragón” se basa en un guión y un reparto levemente superior a su par. Curiosamente, ambas series representan lo mejor de un mundo donde la televisión está mejor que nunca: producción de alto nivel, guiones diversos y variados, fantasía mezclada con realidad y un enorme puñado de grandes actores.

Seguro los amigos del conflicto en RR.SS. podrán destacar detalles y otros elementos para defenestrar el trabajo de una y otra serie, pero dejad que los perros ladren, pues es incuestionable que tanto Los Anillos como El Dragón, al unísono, juntas o separadas, son un regalo televisivo para los fanáticos del género y de las buenas series.

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