Pese a que el Universo Cinematográfico de Marvel ha sido considerado el gran culpable de esta suerte de infantilización del cine, la mayoría de sus cintas apela a un público más amplio, incluso acercándose a la mayoría de edad con “Dr. Strange y el multiverso de la locura” y “Moon Knight”, película y serie que pueden ser consideradas como de género adulto.
Distinto es el caso de “Ms. Marvel”, serie de seis episodios que funciona como historia de origen de la titular Señorita Marvel, y que en forma, fondo y foco apunta a los preadolescentes de la casa, intención patente tanto en el uso de recurso gráficos adhoc – ver The Mitchells vs. the Machines en Netflix- y de un relato común en todos quienes fuimos niños: crecer en un mundo que nos coarta.
Más extremo es el caso de la inquieta Kamala Khan. Fanática de los superhéroes, especialmente la Capitana Marvel, la chica coloca toda su pasión, recursos e imaginación en sus ídolos mientras reparte su tiempo con sus amigos y su tradicional familia musulmana, con quienes choca cuando no le dan permiso para ir a la primera AvengerCon.
Ese adolescente conflicto es el que mueve los hilos de Kamala, interpretada a la perfección por Iman Vellani, actriz canadiense de origen pakistaní, la que decide hacer caso omiso a sus padres y acudir a la convención, lugar donde descubrirá sus poderes que ella llama cósmicos.
De eso se trata “Ms. Marvel”: el camino de una niña para convertirse en una superheroína. Sin el peso colectivo de ser parte de un equipo y lejos de las graves implicaciones multiversales de sus poderes, este show no escala más allá de lo que necesita ser. Esto le permite enfocarse en enganchar a su audiencia objetiva con una serie de elementos que destacan a lo lejos, y que adornan la simple historia de descubrimiento ante la adversidad familiar.
Y aunque sabemos que este show tiene directa relación con la película “The Marvels” y que comparte universos con esa gargantuesca marca llamada Vengadores, por lo pronto se mantiene a nivel de suelo, con mucho colorido graffiti en la pared y pretensiones que no van más allá de la luz de los postes de Jersey.
