Oscar 2021: tiernos premios

Se fue un Oscar y muchos quedaron felices. “Nomadland” lideró apenas con tres importantes premios -dirección, actriz y película- seguida de “Mank”, la favorita, y que junto a las sorpresas “Ma Rainey’s Black Bottom” y “Minari”, además de “Soul”, “The sound of metal” y “Judas and the black messiah” se repartieron dos trofeos cada una. Todo muy democrático, diverso y distinto.

Y pequeño.

Cercenada televisivamente por los requerimientos pandémicos, el viejo espectáculo dorado de luces, prensa, limosinas, asistentes corriendo y gente gritando se transformó en un evento de menor escala, íntimo y enfocado.

Se notó en la previa del show, que sin dejar de lado a la moda, el pasillo por la prensa apostada se vio ordenado, con conversaciones claras entre entrevistador y entrevistado, y prosiguió en la ceremonia, que comenzó con Regina King paseando hacia el salón principal para dar inicio a la entrega de premios más minimalista de los últimos años.

Sentados en mesas, en modo anfiteatro, los agasajados de la jornada formaban parte del decorado mientras sus colegas se pasean por ahí, mencionándolos y recordando historias de trabajo, de guiones, y correcciones, todo cara a cara, no desde un escenario ni a través de esa voz Dolby Estéreo que emana por los parlantes, confundido siempre con la cortina musical de rigor, apurando todo.

“Te juro que la hueá parecía café concert”, se escuchó por ahí.

Con ganadores de diverso origen y nacionalidad, y un cúmulo de cintas nominadas que reflejaron que la calidad del cine no tenía por qué decaer en un año pandémico -aunque sí en el número de producciones, taquilla y, en general ingresos-, hay quienes piensan que la crisis causada por el Covid mejoró la cosecha de esta edición.

¿Por qué? Básicamente, si la película se produjo y estrenó de todas formas, pese a ser un año de cines cerrado, fue porque eran cintas realmente buenas, con sus creadores involucrados confiando ciegamente en su historia y sus capacidades, con las lucas puestas en producción.

Esto implica que, a diferencia de un año normal, lleno de enormes superproducciones y películas creadas y vendidas para rellenar espacio entre las nominadas, ahora todas y cada una de las que llegaron al restringido evento fue por mérito propio, y no marketing.

Además, la apacibilidad del show, que solo se desordenó durante una inédita presentación humorístico musical con el multitalentoso DJ Questlove, permitió que los discursos de los ganadores fueran completos, sin la urgencia del show televisivo.

Hubo tiempo para agradecer , hubo tiempo para escuchar y hubo tiempo para saludar. La cercanía entre los asistentes y el respeto entre colegas configuraron una ceremonia que, anacronismos socioculturales aparte, se parece más a aquella primera cena semi privada que fueron los primeros Oscar en 1929.

Eso fue lo mejor. El domingo pudimos ser testigos de una ceremonia íntima, que se sintió cómo de cine independiente, sin estridencia. Solo gente famosa, actores queridos y directores respetados, entregando regalos y contando historias.

Oscar so diverse. Lo mejor de Asia, Europa y EE.UU. en una foto.

Y aunque el históricamente bajo rating refleja que no muchos la vieron por la tele, este dato no dice mucho. La audiencia de los Oscar viene en bajada hace rato porque las audiencias van cambiando y el consumo informativo ocurre en otros canales, proceso de cambio que el último año creció como maleza. Eso, sumado al menor número de producciones por Covid, el cambio de fecha de la ceremonia y la vida en general del mundo actual, te entrega bajos rating. No es la ceremonia precisamente.

Sea como sea, lo del domingo fue una experiencia única. Nunca vimos algo así en los Oscar y es poco probable que se repita, considerando lo desesperados que deben estar en la Academia para reiniciar el espectáculo y todo su show.

Desgraciadamente.

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