Severance: un precioso thriller laboral

Presentando sin demora el conflicto central, “Severance” avanza rauda desplegando todas las pesadillescas y sorpresivas implicancias que derivan del poder separar tu memoria laboral del resto de tus recuerdos.

¿Cuántos escenarios imaginarios repasará cada uno en la vida? ¿Te imaginas si me gano el Loto? ¿Te imaginas poder tener alas y volar? ¿Te imaginas poder olvidarte de tus problemas? 

La premisa de “Severance” pareciera venir de esas voladas sin mucho sentido: ¿te imaginas poder llegar a casa y desconectarse, literalmente, del trabajo? Ese es el concepto central de esta serie de AppleTV+, que traduce dicha “volada” en un procedimiento quirúrgico que permite a la persona olvidar completamente el mundo exterior cuando entra al trabajo, y viceversa, trámite al que deben someterse todos los empleados de Lumen, corporativo nombre de la empresa donde trabajan los personajes.

Uno de ellos es Mark (Adam Scott) que de entrada muestra un desconocido dolor mientras llora en su vehículo minutos antes de empezar su jornada laboral. Ahí debe liderar el equipo cuya pega es tan incesante y repetitiva como cualquier trabajo de oficina genérico. Además, debe realizar la inducción a una nueva empleada, Helly (Britt Lower), que a punta de traumáticas situaciones está comprendiendo dónde diablos se metió.

En ese sentido, este drama producido por Ben Stiller -que también dirige algunos capítulos- no se demora mucho en desarrollar la historia, la que va avanzando a medida que descubrimos dónde aprieta el sicológico zapato de cada uno de los personajes.

Eso hace que avance veloz pese a la duración -son nueve episodios de casi una hora-, ya que a medida que vea revelando los misterios despliega otros nuevos, generando un círculo virtuoso narrativo que destaca por sobre la media de los show de hoy.

Algo así como Lost pero en la oficina. Y al grano sin demoras. 

Esta dinámica transforma a “Severance” en un thriller sobrenatural donde el monstruo son los pasillos de esta misteriosa empresa, los que son mostrados en pantalla con un cuidado tratamiento audiovisual que confunde. Cámaras en movimiento, ángulos que cambian y en general un diseño de producción pensado para enredar al espectador y al empleado que sufre este trabajo.

Eso, más las sesgadas memorias de los oficinista, arman un entretenido laberinto con surrealistas momentos que parecen un alivio para los personajes. Esos sutiles trazos de liviandad, y que para el espectador puede parecer comedia, son los que rompen la monotonía en un trabajo que, como muchos en la realidad, disocia formalmente a las personas, entregando algo de crítica social a un producto que ya funciona de maravillas.

Loas aparte merece el reparto de lujo liderado por Adam Scott en su mejor momento. Suman los siempre notables Patricia Arquette, John Turturro y Christopher Walken. Con personajes muy definidos, la fluidez del diálogo permite a los menos conocidos, como Zack Cherry, Tramell Tillman  y Britt Lower, lucir cada vez que tienen la oportunidad de hacerlo. 

Lo mejor del show es que a medida que se acerca el final más se va densificando el conflicto y más ganas dan de saber qué va a ocurrir. Desgraciadamante, y como Lost antes, luego nos damos cuenta que ese misterio que nos revelaron será, simpememte, la puerta hacia un nuevo secreto, más grande y con ramificaciones que no imaginaste.

Y sólo queremos seguir escarbando. Que venga la segunda temporada. 

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